Una cara muy fea (Gustavo Roldán)




El piojo daba vueltas y vueltas y pegaba grandes saltos mortales arriba de la cabeza del ñandú.

-Eh, compadre, ¿qué le anda pasando? Me está haciendo un revoltijo en las plumas.

-Es que estoy ordenando mis ideas, pero ya están a punto. Mire, ahí llega don sapo para resolver mis dudas.

-Lo escucho y contesto como contestador automático. ¿Qué dudas anda teniendo amigo piojo?

-Don sapo, lo que no me puedo imaginar es cómo son esas gentes. ¿Son lindos? ¿Son feos?

-Feos, m’hijo. Muy feos.

-Eh, don sapo, usted siempre dice que no hay que andar criticando, y ahora nos viene con eso…

-Es que no lo digo yo. Es la opinión de ellos mismos.

-¿Dicen que son feos?

-No es que lo digan, pero siempre se andan tapando el cuerpo con trapos de colores. Apenas se dejan sin tapar la cara. Y si se esconden tanto, no debe ser porque se sientan lindos…

-¿Todo el cuerpo tapado? ¿Aunque haga calor?

-Todito, m’hijo. Todo tapado. Y lo peor, tienen que trabajar toda la vida para comprar esos trapos.

-¿Trabajar toda la vida? –dijo el monito sorprendido-.¿Tantos tienen que comprar?

-Muchos. No, muchos no, muchísimos. Compran unos para trabajar, otros para pasear, algunos para usar de día, otros de noche. Unos para los días comunes, otros para los días de fiesta…

-¡Están todos locos!

-No diga eso m’hijo. Si así están contentos…

-Bueno, estarán contentos, pero cómo se deben sentir de feos para hacer todo eso.

-Don sapo –dijo la garza blanca-, ¿y la cara? Porque usted dijo que en lacara no se ponen trapos.

-No, ahí no.

-Entonces no se ven tan fea la cara.

-No crea m’hija, no crea. No se ponen trapos, pero ni le cuento lo que hacen, en especial las mujeres: ¡Se pintan de todos los colores!

-¡Eh, don sapo!, ¿no nos está haciendo un cuento? –dijo el piojo.

-¿Un cuento? ¿Una mentira? ¿Yo? ¿Me creen capaz de andar inventando historias? No, m’hijo, todo lo que digo es cierto. Se pintan la boca, los cachetes, los ojos; de rojo, de verde, de azul, de negro, de cualquier color.

-¿Se pintan toda la cara?

-Toda, y de varios colores a la vez.

-¿Hasta las orejas?

-No, las orejas es lo único que no se pintan.

-Ah, bueno, por lo menos se ven lindas las orejas.

-Yo no dije eso. Dije que no se pintan.

-Por eso, será porque no se las ven tan feas.

-Es que hay otras cosas. No se pintan pero se hacen un agujero y se cuelgan piedritas de colores.

-Don sapo –dijo con un poco de timidez el monito-, usted sabe que nosotros le creemos todo lo que nos cuenta, pero eso de que alguien se haga un agujero en la oreja y se cuelgue piedritas de colores… No, don sapo, eso no puede ser cierto.

-Mire m’hijo, sé que algunos dicen que soy un sapo mentiroso, a lo mejor por alguna mentirita que dije cuando chico, pero ahora estoy hablando enserio. Y el sapo se fue silbando a pegar una zambullida en el río.

Los bichos se quedaron un rato callados, pensando. Después el mono dijo:

-¡Añamembuí! ¡Qué lindo miente don sapo!

-Cierto, -dijo el tapir-, un poco más y me hace creer que en Buenos Aires se agujerean las orejas y se cuelgan piedritas de colores…

-Y bueno –dijo el piojo-, aunque mentiroso, habría que darle un premio por la imaginación que tiene. ¡Pero miren si uno va a creer todas esas cosas!

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